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La ostra y la perla

Ines era la secretaria de la escuela, y además de cumplir sus funciones, cada vez que las demás secretarias, tanto de la primaria como de la secundaria y el jardín de infantes, estaban envueltas en algún problema, recurrían a ella para que se los solucionara.
Esta vez, Inés ya estaba agotada. Cuando le pregunté si estaba bien, me comentó que además de encargarse de resolver los problemas de las demás secretarias, a partir de ahora derivarían a ellas todos los casos de disciplina de la escuela, pues las otras secretarias no podían ocuparse de ello y fuera de todo esto, no se le había concedido el aumento de sueldo que había solicitado.
Al verla tan angustiada, le conté algo que había leído unos días antes.
Fíjate lo que sucede con las ostras:
Las perlas son producto del dolor… resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena.
En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia extraña llamada nácar.
Cuando penetra en la ostra un grano de arena las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra.
Como resultado, se va formando una hermosa perla.
Una ostra que no fue herida de algún modo no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada…
¿Te has sentido lastimado por las palabras hirientes de alguien?
¿Has sido acusado de haber dicho cosas que nunca dijiste?
¿Tus ideas fueron rechazadas o mal interpretadas?
¿Has sufrido los golpes de los que preconciben indebidamente?
¿Has sido objeto de la indiferencia?
Entonces, ¡Produce una perla!
Cubre tus lastimaduras con varias capas de amor.
Son pocas las personas que lo hacen.
La mayoría solo aprende a cultivar resentimiento dejando sus heridas abiertas… alimentándose con sentimientos pobres, que impiden que las lesiones cicatricen.
En la vida real vemos muchas “ostras vacías” no porque no hayan sido heridas, sino porque no supieron perdonar, comprender y transformar un dolor en amor.
Vale la pena sonreír ante las lastimaduras que recibimos como un medio de crecimiento personal.
Inés, permaneció callada y siguió trabajando.
Al cabo de dos meses, me enteré que finalmente al cargo de vice – director que estaba vacante hace un año, le fue concedido a Inés pues era claro para todos que era la persona que mejor conocía las distintas áreas de la escuela.
Por Rab Isaak Sakkal, del libro “Relatos para reflexionar”.

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